¿Se sostiene Bíblicamente la Reforma Apostólica?
Para poder entender si es Bíblico o correcto que tengamos esta multitud de hombres que se hacen llamar "apóstoles", tenemos que revisar en qué consiste la llamada "Reforma Apostólica".
El fundamento principal de la proposición apostólica reposa sobre un principio muy problemático y Bíblicamente inaceptable que lee de la siguiente manera: "El establecimiento del gobierno apostólico anulará el gobierno de Satanás" (esto se puede encontrar en más de un escrito de los propulsores de la reforma, especialmente en la mayor parte de los libros de Guillermo Maldonado y en el escrito de Rony Chaves titulado "El gobierno apostólico anulará el gobierno de Satanás" ).
Según ellos, a medida que van surgiendo apóstoles las tinieblas se disipan, el demonio retrocede, su poder se desvabece y el reino de Dios es establecido en la Tierra. De esta manera, ya queda en un segundo plano el poder, la soberanía y la importancia de Dios en la escena mundial quedando en manos de unos pocos hombres el futuro del mover de Dios.
Solo esta aseveración y propósito fundamental de la reforma nos demuestra la herejía en la que está fundamentada pues la Biblia claramente establece que el hombre es solo barro en las manos del Alfarero: ¿Quién pues, es el hombre para determinar las obras de Dios o para ayudar a Dios a hacer su soberana voluntad? (Romanos 9:20-22) Jesús dijo: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.” (Mateo 12:28) De esta manera Jesús dejó claro que en El estaba la llegada del reino de Dios.
Por tanto, decir que el reino de Dios será establecido mediante un grupo de hombres con unciones especiales es quitarle a Dios el poder y la autoridad para dársela al hombre. Sería elevar al hombre al lugar de Dios suplantando a Cristo, pero sobretodo, esto sería llamar a Cristo mentiroso por cuanto El estableció que su reino ya había llegado por medio de EL. Además, anular el gobierno de Satanás por una vez y para siempre es algo que proféticamente le corresponde solo a Cristo en el Juicio Final y no a los hombres tal como lo describe Apocalipsis 19:
“Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.” (V.20-21)
Decir que el hombre anulará el gobierno de Satanás es quitarle a Jesús su poder, autoridad y lugar para poner todo esto en manos de algunos apóstoles.
Entonces, esta reforma eleva la persona del apóstol (y a veces del profeta) a un nivel casi idéntico a Dios suplantando a Cristo y su obra. Un ejemplo claro de lo que expongo es la siguiente cita de Kenneth Haggin muy abrazada por los reformistas: "El hombre fue creado en términos de igualdad a Dios y puede levantarse ante la presencia de Dios sin sentido alguno de inferioridad". No obstante, recordemos que precisamente esta actitud fue la que provocó la caída de Satanás:
"Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo." (Isaías 14:13-14)
Esta actitud de los reformistas apostólicos - que derivan muchas de sus ideas de la doctrina de la "Nueva Era" - es muy diferente a la actitud asumida por Jesús y que, en todo caso, es la que como creyentes tenemos que imitar tal como dicen las Escrituras:
"Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." (Filipenses 2:5-8)
Hoy día se ha hecho del título "apóstol" un problema. No obstante, lo importante es ver en qué consistió realmente - desde un punto de vista histórico - el ministerio de los Apóstoles de Jesucristo. Resumiendo, el oficio del Apóstol consistía en ir a lugares donde el Evangelio de Jesús no hubiera sido proclamado y evangelizar. Luego, le correspondía al Apóstol (y si tenía algún acompanante, a él también) discipular e instruir los nuevos convertidos en las Escrituras. También era responsabilidad del Apóstol dejar una congregación de creyentes establecida con sus respectivos dirigentes.
Al culminar esta labor, el Apóstol entonces partía a otro lugar donde no se hubiera predicado el Evangelio para comenzar de nuevo el mismo patrón de evangelización, discipulado y establecimiento de congregaciones. Luego el Apóstol tenía que mantenerse visitando las congregaciones levantadas y velando por ellas en todos los sentidos. La labor Apostólica/Misionera de Pablo es un excelente ejemplo de lo que es un verdadero ministerio apostólico.
Como ya vimos, espiritualmente hablando, la Reforma Apostólica actual no es Bíblica pues su fundamento atenta contra la sana doctrina y la soberanía de Dios negando una verdad fundamental que salió de los labios de nuestro Señor: el reino de Dios ha llegado por medio de Él y solo a Él le corresponde anular el gobierno de Satanás tal como está profetizado hace miles de años. No obstante, desde el punto de vista histórico tenemos que concluir que hoy día quienes sí cumplen la labor apostólica a cabalidad son los misioneros desconocidos de los que nadie habla- ni reconocen- que se encuentran en lugares inhóspitos predicando a Cristo y levantando comunidades de fe, arriesgando sus vidas en lugares donde se castiga con muerte la predicación por amor a Dios y a las almas.
Hoy día, se puede decir que el ministerio apostólico sigue vivo pero no en los llamados Apóstoles que viven muy glamorosamente, que poseen aviones privados y se la pasan de congreso en congreso y adjuntando Iglesias ya levantadas, y en las que ellos no trabajaron, bajo la mal llamada "cobertura apostólica", sino en aquellos que por amor a Dios entregan sus vidas por el Evangelio. Desde este punto de vista, el ministerio apostólico nunca ha estado muerto sino que ha estado por siglos, en manos de misioneros que no ven los títulos como cosa a qué aferrarse, sino que prefieren hacer lo que los apóstoles hicieron a ser reconocidos como tal.
Publicado con permiso del autor