Hoy día el profetizar está siendo tomado con mucha ligereza. Hoy todo el mundo es profeta, todo el mundo lanza palabra profética e incluso, se ha llegado a dar una definición totalmente errónea de lo que es la verdadera profecía en su sentido Bíblico. Profetizar no es decir lo que tú deseas o quieres que ocurra sobre una persona, esto es proclamar, declarar.
La profecía jamás fue una declaración de un hombre, que por ser hecha en nombre de Dios, Dios se ve obligado a cumplir. Hoy día es muy común escuchar "profetizo sobre tu vida bendición, prosperidad, etc.". Esto es completamente antibíblico e incorrecto. La profecía no puede venir por voluntad humana, si viene por deseo del supuesto profeta, no es profecía. 2 Pedro 1:21 dice:
"...porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo."
"Profecía" proviene del hebreo "chazon" y significa visión, sueño, oráculo o revelación. En la Biblia se refiere particularmente al tipo de revelación que viene a través de la vista, es decir, una visión dada por Dios. Un ejemplo claro de lo que es profetizar verdaderamente se encuentra en el libro de Ezequiel 37. Este famoso pasaje del valle de los huesos secos muestra el proceso total de lo profético.
El verso 1 dice:
"La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos."
Primeramente, cuando Dios quiere darle un mensaje a alguien, moverá El mismo al profeta por medio del Espíritu Santo a la persona. Cuando Dios tiene un mensaje para alguien, no se quedará sin decirlo.
En los versos 2 y 3 Jehová prueba la fe del profeta en su poder. En los versos 4-7 se observa el aspecto más importante de la profecía y lo que, en efecto, hace del acontecimiento una profecía:
"Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.
Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
Profeticé, pues, como me fue mandado..."
La palabra, para que sea profética, tiene que venir primero de Dios. Si la palabra viene del intelecto o de las emociones, no es profecía. En segundo lugar, el profeta de Dios dará la palabra tal cual la recibió de parte de Dios sin añadir ni quitar absolutamente nada. Un profeta verdadero teme y siente respeto por el don profético y sabe las implicaciones y responsabilidades de este, por tanto, no alterará la palabra que Dios ha lanzado ni mucho menos profetizará en nombre de Dios si Dios no le ha mostrado o hablado. De nuevo, el aspecto más importante que constituye a una verdadera profecía es que el mensaje es dictado por Dios y el hombre es meramente un instrumento, nada más.
El resultado de una palabra profética lanzada por Dios y transmitida por un profeta verdadero es el cumplimiento de lo declarado:
"...y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo." v. 7-10
Nuevamente, la obediencia, la no alteración de la palabra y la declaración de una palabra que primeramente vino de Dios, y no por voluntad o capricho humano, son las características que se ven en esta segunda parte del relato Bíblico. De la única manera en que una palabra profética sobre una persona se cumplirá es si cumple con estos requisitos pues la Palabra de Dios no es solo palabra, es acción:
"Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz." Génesis 1:3
La profecía, para que sea profecía, tiene que venir del cielo a la Tierra; no es una orden del ser humano a Dios (como lamentablemente está sucediendo demasiado en la iglesia contemporánea), no sucede en sentido contrario. La profecía verdadera no es una declaración, es un mensaje traído directamente del Trono de Dios al ser humano.
El autor es doctor en Teología
Publicado con permiso del autor