¿Dios cambia de opinión?
Esta es una pregunta que se repite mucho debido a que hoy día los “profetas” son tan rápidos para lanzar “profecías” que no se cumplen, que se han visto necesitados de difundir una nueva teoría que propone que Dios cambia de parecer para justificar sus desaciertos. La Palabra de Dios es clara al respecto:
“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Numeros 23:19)
En Malaquías 3:6 Dios habla de sí mismo y dice:
“Porque Yo Jehová no cambio...”
Y en Santiago 1:7 dice claramente que en Dios no hay mudanza ni sombra de variación. Ahora bien, entonces ¿por qué hay algunos pasajes en los que se dice que Dios “se arrepintió” o cambió de parecer? El contexto y el dominio del idioma y los modismos hebreos dan la respuesta a esta aparente contradicción.
Primeramente, en el caso de Génesis 6:6 donde Dios “se arrepintió de haber hecho al hombre en la Tierra”, en ninguna manera indica un cambio de parecer. Si así hubiera sido del todo, la raza humana simplemente hubiera dejado de existir y Dios no se hubiera tomado la precaución de salvar a Noé y a su familia para preservarnos de la extinción.
La palabra hebrea para “arrepentirse” utilizada en este verso es una expresión que se utiliza para “sentir pena o dolor”. Dios sintió dolor al ver la maldad humana, sintió pena de haber creado al hombre. Pero varios miles de años después, y de mucha más maldad, seguimos en la Tierra. Dios no cambió de opinión ni se revocó a sí mismo.
Por otro lado, en muchas ocasiones Dios lanzaba profecías condicionales de destrucción. El ejemplo clásico es el de Jonás. Dios le declara una profecía de destrucción para Nínive pero no la cumple al ver que los habitantes de la ciudad se arrepintieron de su maldad y se volvieron a Dios. Jonás se quejó ante Dios:
“Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.” (Jonás 4:2)
Aquí Jonás dice claramente que Dios se arrepiente del mal, es decir, que a Dios le duele el mal. Dios es amor, la Palabra lo dice. El no se complace en la destrucción y la muerte de los impíos; en Ezequiel 3:11 dice:
“Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva.”
La voluntad de Dios es que los hombres vengan a Él y que vivan, por tanto, en estos casos Dios sí puede determinar no cumplir con alguna palabra de juicio condicionada al arrepentimiento del pueblo. Esto lo hace movido por amor, compasión y misericordia, no porque su carácter sea voluble o inconstante. Este aparente cambio de parecer en realidad no es un cambio de parecer sino una muestra de la bondad, de la misericordia y del amor de Dios por aquellos que lo buscan.
Ahora bien, esto es en extremo diferente a la nueva teoría de muchos “profetas” que dicen que Dios da una palabra pero “tú tienes que hacer que se cumpla porque Dios puede cambair de opinión al respecto si no ve acción de parte del recipiente de la profecía”. Esto simplemente es una falacia pues la Palabra de Dios dice que Dios mismo es quien se encarga de cumplir sus promesas:
Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo...Lo que he dicho, haré que se cumpla; lo que he planeado, lo realizaré. (Isaías 46:10,11 NVI)
Si lo ha determinado el Señor Todopoderoso, ¿quién podrá impedirlo? Si él ha extendido su mano, ¿quién podrá detenerla? (Isaías 14:27 NVI)
Pero los planes del Señor quedan firmes para siempre; los designios de su mente son eternos. (Salmo 33:11 NVI)
Queda claro por Isaías 46:10,11 que el que se encarga de hacer que las profecías se cumplan es Dios, no el hombre. Recordemos que Jesús dijo: ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? (Mateo 6:27) En Isaías 14:27 se nos dice que nadie puede impedir que Dios lleve a cabo sus planes y que nadie puede detener su mano. El Salmo 33:11 dice claramente que los planes de Dios son eternos. Si son eternos no pueden estar en las manos del hombre el mayor peso de la responsabilidad de cumplir el plan de Dios.
Los hombres se equivocan y son inconstantes. Dios no se equivoca, sus planes son eternos y El mismo se encarga de que ellos se lleven a cabo porque Él no comparte su gloria con nadie. Dios no cambia de parecer, y lo más importante que debemos siempre tener en mente es que su voluntad es que los hombres se arrepientan, sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (2 Pedro 3:9, 1 Timoteo 2:4). Por tanto, aquellos pasajes Bíblicos en donde vemos a Dios “arrepintiéndose” de destruir una nación, debemos verlos al revés, debemos verlos como a Dios siendo firme y constante en su decisión de reconciliar consigo al hombre.
Justo, acertado, la forma y fondo de su opinion fundamentada en la sagrada palabra de Dios, bendiciones por su aporte
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