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¿A dónde fue Jesús cuando murió? ¿Qué hizo?

La noche del viernes, Cristo sufrió la muerte más agonizante, humillante y dolorosa que cualquier persona puede sufrir. Dice la Palabra:


Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata,y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: !!Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle. (Mateo 27:27-31)


Seguramente, mientras esto se llevaba a cabo, Satanás estaba muy contento, pensando que había logrado destruir a quien único podía destruirlo a él. Quizás pensó que aquella muerte de cruz frustraría el plan de Dios. Recordemos que el Señor Jesús dijo que él ha sido homicida desde el principio (Juan 8:44), y allí estaba Jesús sufriendo la muerte por homicidio, sufriendo el peor de los asesinatos que ha podido cometer la humanidad.


La maldad en todo su poder se había desatado para que el mundo conspirara para matar a su Salvador. La maldad fue tal que la Palabra dice que los ojos del Padre fueron quitados de Jesús. Cristo agonizó por el peso de la maldad, pues El era puro, santo y sin pecado.  En Mateo 27:50 dice que Cristo murió “clamando a gran voz”, en un sufrimiento extremo cual nadie jamás experimentará jamás.


Pero como Satanás no es omnisciente, no lo sabe todo, no se dio cuenta que aquello que supuestamente era su victoria se convertiría en su derrota.


La Biblia nos declara que durante los días que Cristo estuvo muerto en carne, muchas cosas pasaron. Aunque no se nos da muchos detalles sobre las actividades de Cristo durante su muerte, sí hay varios pasajes que dan una idea de lo que sucedió.


1 Pedro 3:18-19 nos dice que Cristo fue muerto en carne pero vivificado en el espíritu. Contrario a lo que Satanás hubiera deseado, no todo terminó en la cruz. Aquel no fue el final del ministerio de Jesús, allí no acabó la historia. La historia allí comenzaba para pesar del enemigo de las almas y para gloria de Dios. La Palabra dice:


Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados...


Este pasaje al que muy pocas veces se hace referencia nos deja en claro que Jesús visitó la esfera de la muerte (también llamada Hades) de la que Satanás tenía dominio, a predicar a quienes allí estaban.


Hay que entender que el hecho de que Jesús predicara no significa que estaba llevando el mensaje de salvación, pues claramente la Palabra establece que ni los demonios ni los condenados se pueden salvar.


¿Qué mensaje podía llevar Cristo a los espíritus encarcelados del Hades? ¿Qué podía proclamar Jesús en la esfera de la muerte?


Hebreos 2:14 dice:


Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo...


Bendito sea Dios! Cristo fue a declarar Su victoria sobre la muerte, a presentarse como el destructor del imperio de la muerte y del poder del diablo. Gloria a Dios! Lo que aparentemente fue una derrota se convirtió en la más grande victoria, en aquella victoria anunciada desde la caída de Adán en el Huerto del Edén:


Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3:15)


La cabeza, en el idioma hebreo, se utiliza como símbolo de autoridad, poder, dominio. Cristo, por medio de su herida y su muerte corpórea en la cruz del calvario, hirió la autoridad y el dominio de Satanás sobre la vida de aquellos que creen en el Nombre de Jesús, bendito sea Dios.

Gracias al sacrificio de Cristo podemos decir en Su Nombre: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1 Corintios 15:55)


Colosenses 2:13-15 dice:


Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.


Cristo, mientras cargaba su cruz, mientras su carne agonizaba, mientras Satanás y todos los demonios seguramente hacían fiesta por su aparente victoria sobre el Mesías, nos estaba dando vida, estaba clavando en la cruz nuestros pecados y estaba cumpliendo la profecía: estaba hiriendo la cabeza de Satanás y todos sus demonios, estaba despojandolos de su autoridad y allí mismo, en el lugar de derrota, Cristo venció y ató al “hombre fuerte” para que nosotros, los que creemos en Él, podamos arrebatar lo que estaba bajo su poder. Por eso Jesús dijo a sus discípulos que toda potestad le había sido dada en el cielo y en la Tierra (Mateo 28:18).


No sería difícil pensar que en su visita al Hades, Cristo proclamó el mismo mensaje dejando en claro que el imperio de la muerte y el diablo habían sido puestos debajo de sus pies. Hablando de Cristo Efesios 1:20-22 dice:


...y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies...


Por medio del sacrificio y la victoria en la cruz, Cristo nos dio acceso al Padre, nos dio libertad, paz con Dios por medio del perdón. Aunque no hay un discurso en la Biblia que nos diga lo que Jesús le dijo a los espíritus encarcelados en el Hades, una cosa sí tenemos clara: El no se presentó allí como una víctima más de Satanás, sino como el vencedor y gestor de un nuevo pacto de Dios con la humanidad por medio de la sangre del Cordero de Dios.


Está en cada uno de nosotros aceptar y vivir conforme a tan grande sacrificio o decidir seguir siendo esclavos de aquel que no tiene otra cosa que ofrecer más que la muerte.


El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados...(Isaías 61)